jueves, 23 de abril de 2009

Primera parte: La Profecía de Jafhem

Como prometí, aquí está la primera parte de "La Caída de Jafhem". Espero que os guste y que me dejéis muchos comentarios para saber en qué voy bien y en qué fallo. Recordad que mañana cuelgo "Intrusión", la segunda y última parte de este pequeño cuento. ¡Os dejo con la profecía!



Está mirando el cielo con sus ojos cansados, sentado en un muro de piedra cerca del santuario de la aldea con la melena plateada cayéndole por la espalda encorvada. Todos los habitantes se han reunido en torno a él, expectantes. Quieren saber qué está pasando, ya que no saben siquiera si deben tener miedo o no. Miran alternativamente al anciano y al cielo. Después de un largo rato, el jefe de la aldea se adelanta apenas un paso. Sus ojos son el más claro reflejo de lo nervioso que está.

_ Kherta, por favor, dinos qué es lo que ves. ¿Sabes lo que está pasando? ¿Sabes por qué el cielo se ha vuelto de pronto de ese color?

El viejo Kherta le mira en silencio durante varios segundos como si no entendiese lo que acaban de preguntarle. Luego vuelve a mirar al cielo, de un rojo intenso como la sangre. Cuando habla, su voz suena ronca y grave. Siempre es así cuando formula sus predicciones.

_ Ya ha empezado. Pronto llegarán aquí.

Los aldeanos intercambian miradas, unas de alarma, otras de desconcierto. Alguien alza la voz y pregunta:

_ ¿Quiénes llegarán?

_ Los Gorkani, jinetes merkos de la región de Tarkja que recorren las montañas y valles del sur reclamando para su rey cualquier ciudad que se encuentren a su paso. Halmar, el rey de Tarkja es un hombre ambicioso y déspota, pero no se ensaña con quienes no se oponen a él. Para sobrevivir, no debemos resistirnos cuando lleguen los Gorkani, sino que debemos ofrecerles alimento y techo. Serán compasivos si los ayudamos, aunque los tiempos que nos esperan bajo el gobierno de Halmar serán difíciles.

Del grupo surgen tenues murmullos que pronto dan lugar a un ruidoso barullo. De pronto Kherta sufre un espasmo, pone los ojos en blanco y comienza a convulsionar. Su reacción hace que todos se callen de golpe. Saben lo que ocurre: el anciano adivino está teniendo una visión. Al mismo tiempo, el cielo va recobrando su habitual tono azul anaranjado del atardecer. Cuando Kherta vuelve a la normalidad la gente se acerca apenas unos pasos. Una niña corre a su lado y le ofrece agua. Cuando su respiración se tranquiliza, el anciano habla en voz alta para que todos puedan oírlo.

_ No todo está perdido. Alegraos. He visto un libertador que vendrá de tierras lejanas y derrocará al tirano Halmar. Recemos a los dioses para que nuestro salvador llegue antes de que el daño que nos haga Halmar sea irreparable.

Entre la multitud, un niño de apenas 5 años mira alternativamente al sabio Kherta y a sus padres sin comprender. Cuando ve las lágrimas en los ojos de su madre se vuelve hacia su padre y le tira de la ropa para llamar su atención.

_ ¿Qué ocurre papaíto? ¿Por qué está llorando mamá? ¿Es por lo que ha dicho Kherta? ¿Qué es un jinete merko? ¿Es algo malo papaíto?

_ Tranquilo, Khern_ contesta su padre con voz ronca, pero simulando una tranquilidad absoluta y hasta forzando una sonrisa para su hijo_. No es nada grave. ¿No has oído al señor Kherta? “Alegraos”. Si dice que nos alegremos es porque son buenas noticias, ¿no crees?

Satisfecho con las palabras de su padre, el niño se sitúa justo a los pies de su madre y le tira de la falda hasta que ella se cruza con los enormes ojos verdes del pequeño.

_ ¿Lo ves, mami? No tienes que llorar. Kherta dice que estés contenta, y él nunca se equivoca. ¿Verdad que no? Anda, mamaíta. Sonríe un poquito. ¡A ver, enséñame los dientes así…!

La mujer contiene el llanto e imita la cómica mueca de su hijo y ambos se abrazan mientras el pequeño ríe.

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